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¿Hay algo más frustrante que tratar de enviar un mensaje por Whatsapp con las manos llenas de masa fresca y húmeda? Probablemente no.

Lanzarnos a preparar galletas, bizcohos o incluso pan tradicional sin saber ni las nociones básicas de repostería es tentador, tanto es así que en contadas ocasiones, invadidos por el espíritu de la tía Mildred, nos lanzamos a preparar esa receta de pan tradicional que tan fácil nos resultó al leerla en el libro de las mil recetas panaderas de Pascual Minglanillas, con imágenes ilustradas para hacernos pensar que aquello es coser y cantar.

Y uno de los puntos clave es sin lugar a dudas la parte donde nos pringamos las manos disfrutando como enanos amasando la mezcla recién creada. Y es que además de ser divertido, amasar tiene una finalidad específica, que es la de desarrollar el gluten contenido en la harina para darle a la masa la elasticidad que necesita para crecer correctamente una vez la dejemos en reposo.

Y sabe Dios que una vez entramos en faena, son cientos las distracciones fortuitas que requieren inmediatamente de nuestras manos impregnadas en esa sustancia pegajosa que es la masa fresca y húmeda del pan, producto de la mezcla de harina, agua y demás ingredientes panaderos especialmente indicados para adherirse a tus manos con el mayor ahínco posible y torturarte hasta reventar.

¿Los más habituales? 

Enviar un mensaje de auxilio a tu madre por Whatsapp…

 

 

 

 

 

Correr a curiosear las últimas noticias de El Mundo Today...

 

 

 

 

 

O incluso escuchar tus canciones favoritas de Franco Napiato en un arranque emocional sin parangón. Reconoce que sientes algo cada vez que suena Yo quiero verte danzar en la Kiss Fm.

 

 

 

 

 

En cualquier caso, lo último que quieres es enjuagarte las manos con agua y varios churretazos de Feiry, una mezcla aún muy lejos de ser la solución a tus problemas de pringosidad incipiente.

 

 

 

 

 

Bueno, pues no te tortures más. Como maestros pizzeros que somos, pringarnos las manos con masa fresca y pegajosa es nuestro pan de cada día, valga la expresión repostera, y sabemos lo frustrante que puede ser cuando entras en faena.

Lo más sencillo de todo, la solución del maestro pizzero al problema:

1. Repartirse un buen puñado de harina entre las manos…

 

 

 

 

 

2. Restregar las manos unas contra las contrarias…

 

 

 

 

 

3. Y disfrutar del resultado: manos libres de ejecutar cualquier nueva misión fortuita que pueda surgirte durante la elaboración de tu pan tradicional casero.

 

 

 

 

 

Eh, nadie dijo que la repostería no entrañara su riesgo.

Aparte, aquí te dejamos unos consejos de experto para cuanto te de por hacer tu propio pan casero (invadido por el espíritu añejo de la tía Mildred):

  • Nada puede arruinar tu masa con mayor agilidad que usar ingredientes líquidos demasiado fríos o demasiado calientes. Para no equivocarte, procura que estén a temperatura ambiente.
  • Busca un lugar templado para dejar reposar la masa una vez preparada.
  • Para saber cuando dejar de marear la masa, amasa que amasa, coge un pellizco de la misma y estíralo para comprobar si tiene la elasticidad y transparencia suficientes.
  • Una vez la masa en reposo complete su inflado, mete un par de dedos y comprueba lo que ocurre a continuación: si las huellas se mantienen, la masa estará en su punto.

Si aún crees que te merece más la pena dedicarle tu tiempo a las tareas que realmente te merecen la pena, deja que seamos nosotros los que nos pringuemos de masa hasta las orejas, que para esos somos los verdaderos expertos en pizza artesana a domicilio en Madrid.

Busca tu local Allô Pizza más cercano y pégate un lujazo pizzero de los que hacen historia.