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¿A cuántos tipos de jugadores te has tenido que enfrentar en esas tardes de pizza y juegos de mesa? A más de uno de entre los diez siguientes, casi seguro.

Hoy la cosa va de los distintos tipos de jugadores que podemos encontrarnos en una tarde de pizza y juegos de mesa, sin duda uno de los planes que más molan. Circulan los mensajes por Whatsap, la idea empieza a fraguar entre los componentes del grupo para finalmente concretarse una tarde dedicada a jugar al Catán o a cualquier otra juego de mesa aderezando el plan con una llamada de auxilio a la pizzería amiga de la mayoría (ni siquiera mencionaremos cual porque no hay lugar a dudas).

El plan brilla por los cuatro costados, y además existe la opción de integrar nuevos participantes en la partida. Y no es malo en absoluto. Al contrario, nuevas caras dan color al evento y siempre son un potencial generador de buenos aliados cuando llega ese buen día, llámalo jueves, llámalo domingo, en que apetece juntarse para un plan tranquilo. Y de los tipos de jugadores con que puedes toparte en la partida de marras, concretamente diez de éstos ofrecen peculiaridades bien distintas que jamás querrás pasar por alto si quieres que la noche no acabe en un desafortunado incidente.

Así pues y rememorando el magnífico trabajo de investigación y análisis publicado por Board Game Resource, aquí va nuestra propia interpretación, basada en años de experiencia, de los 10 distintos tipos de jugadores con los que te encontrarás cuando menos te lo esperes compartiendo tu juego y pizza favoritos.

Empezamos.

1. EL SABIHONDILLO.

Al mencionar a este tipo de jugadores seguramente nos haya venido a la memoria algún buen ejemplo en nuestro entorno más cercano. Es un perfil también propio de otros eventos (cenas navideñas, comidas de empresa, etc.), pero es sobre el campo de batalla del juego de mesa donde el Sabihondo encuentra el ámbito perfecto para hacer ver al resto su gran capacidad de ganar de largo a cualquiera que se ponga al otro extremo del tablero. Sus victorias derivan de sus grandes dotes de juego e inteligencia aplicada, y el hecho de perder siempre será justificado en base a una suerte que nunca estuvo de su lado a lo largo de toda la partida.

El Sabihondillo, un perfil frecuente en cenas navideñas y comidas de empresa.

Sobra decir que si hubiera tenido la suerte que con la que si contaron sus adversarios, otro gallo habría cantado para el Sabihondillo, quien habría ganado la partida sin ningún género de dudas. Por su propia naturaleza, son de esos tipos de jugadores que siempre restarán mérito a los logros de sus adversarios, entre los que tal vez te encuentres en esta ocasión. 

Cómo tratar con el Sabihondillo.

Con este primer tipo de jugador nos encontraremos una situación de difícil manejo: si los eventos transcurren en su favor tendremos que aguantar una constante oleada de auto-elogios por sus increíbles planteamientos estratégicos. Si por otra parte las cosas se le acaban torciendo, disfrutar de nuestros éxitos será una misión imposible. En cualquier caso, la solución más razonable parece pasar por hacer ver al Sabihondillo, con mayor o menor sutiliza, el hastío que está generando en el resto de participantes. Buena suerte con él y mucha paciencia.

2. EL ADIVINO.

Esa mirada que te dedica el Adivino cuando le toca interactuar contigo es de las que parecen pausar el reloj del tiempo durante una eternidad. Es de ese tipo de jugador que te observa, se reclina hacia atrás forzadamente, levanta una ceja y dedica al resto de jugadores una mirada traviesa con la que se esfuerza en expresar que sabe exactamente la baza que estás a punto de jugar. Lo único que sabes tú, por otra parte, es que él no sabe nada en realidad. Si tiene que robarte una carta vuelta al azar, el Adivino escrutará hasta la última de tus facciones esperando captar un gesto en ti que delate hacia donde dirigir su elección. La diferencia entre el Adivino y el resto de mortales que hemos recurrido al juego de miradas en alguna ocasión es que el Adivino lo hace plenamente convencido de su habilidad para sugestionarte y que le indiques donde está la carta que más le beneficia.

Lo único que sabes con el Adivino es que él no sabe nada en realidad.

Cómo tratar con el Adivino. 

La mejor estrategia al enfrentarse con un Adivino es no entrar en sus juegos constantes de misterio y lectura de mentes. Si tienes que ofrecerle tus cartas vueltas para que éste robe una de ellas, evita la tentación de acompañar su elección con la mirada y ofrécelas después de barajarlas sin siquiera haber visto tu mismo cuál es cuál.

3. EL ÁRBITRO

También hay quien disfruta llevando las riendas de la partida de turno cuando la generalidad de los jugadores se enfrentan a lo desconocido. Por ejemplo, llegan sus majestades los RRMM y con éstos, un extraño tablero completo de figuritas cuyo funcionamiento no hay Perry que alcance a descifrar. Esta persona se ofrece amablemente a regular la partida ya que tiene al menos una noción sobre el juego y tratará de hacerlo de forma justa. Pues bien, este tipo de jugador NO es ni mucho menos el Árbitro del que hablaremos a continuación. A dónde va a parar.

El Árbitro pertenece a ese tipo de jugadores a quien jamás verás separarse un centímetro del libro de instrucciones, no ya por el beneficio común sino por mantener bien a mano la opción de recurrir rápidamente a dicho manual cuando la partida se torne en su contra y su instinto le indique que existe la probabilidad de una regla que puede girar el curso de los hechos en su favor. Su obsesión por cumplir con el libreto llega a superar en ocasiones lo obsesivo, haciendo que una divertida partida pueda llegarse a convertir en una persecución de la Gestapo.

Pieza tocada, pieza movida. 

Cómo tratar con el Árbitro.

El Árbitro dirá si hay que tirar de manual de instrucciones para decidir si se debe tirar de nuevo cuando uno de los dados le fue a caer fuera del tablero. Por supuesto, esto dependerá a su vez en última instancia del resultado conseguido: si nadie se queja y el resultado es mejorable, volverá a lanzar buscando mejor suerte. La solución lógica con un Árbitro delante es conocer las reglas con el mayor detalle posible, de forma que no haya espacio para sus interpretaciones. Para reconocerlo, simplemente espera a que alguien suelte el clásico “pieza tocada, pieza movida” con mirada reprobatoria y/o asesina.

4. EL ESTRATEGA CONSUMADO AKA NAPOLEÓN BONAPARTE

El Estratega consumado está entre los tipos de jugadores que no tienen mal fondo -eso hay que reconocérselo- pero es tan absolutamente poco ágil tomando decisiones que ralentiza cualquier juego hasta convertirlo en una sesión de Jara y Sedal después de un atracón de garbanzos. La palabra desesperante nunca pudo estar mejor traída cuando llega el turno de juego para el Estratega consumado, quien contempla el tablero con la expresión indecisa: que precede cada uno de sus movimientos: le va la partida en esa jugada que a la postre será del todo intranscendental. Hasta el acto de lanzar los dados implica para el Estratega consumado unos segundos para contener la respiración, reflexionar sobre el acto en sí y realizar el lance con la mayor precisión posible (¿?). Una vez lanzados los datos, su expresión delata una imposible mezcla de alivio y preocupación por el resultado.

El mayor riesgo con el Estratega Consumado es el de una partida interminable.

Cómo tratar con el Estratega consumado.

La decisión a tomar es personal en este caso. Ya hemos subrayado que no se trata de una mala persona, simplemente concede a las cosas una importancia capaz de trascender los límites del sentido final del juego: diversión y puro entretenimiento. Dado que llegado su turno este tipo de jugador parece entrar en un trance cuya decisión afectará a su futuro, el de sus hijos y el de los hijos de sus hijos, lo mejor es hacerle ver con tacto y algo de humor la dinámica soporífera que está causando en la partida: por favor, decídete que se nos hace de noche.

5. EL MAL PERDEDOR / EL JOVIAL

Finalizamos esta primera entrega con dos tipos de jugadores que, en caso de confluir en una misma persona, podríamos denominar de forma conjunta como el Montaña rusa. En ambos casos, cabe destacar en éste la enorme dependencia que experimentan respecto de su propia fortuna durante el juego, pudiendo estar tan pronto en el cielo como en el infierno.

Por separado, el Mal Perdedor es de esos tipos de jugadores con el que nunca querremos compartir juego de mesa y que evitaremos mientras sea posible. Se trata de un tipo de jugadores que pueden, o bien dar rienda suelta a su mal temperamento a lo largo de la partida, o bien rumiarlo durante varias horas para implosionar y a continuación explotar en el momento preciso de proclamarse el justo vencedor, y entonces sálvese quien pueda. La comunicación no verbal es prominente en ese tipo de jugadores, cuyos gestos van avisando al resto de jugadores de la tormenta que se avecina. Sin duda, elementos non gratos donde los haya.

El Jovial es en esencia el opuesto al Mal perdedor, un jugador que celebra cada pequeño logro como la mayor de las victorias regalando sonrisas y aplaudiendo sin llegar a juntar las palmas de las manos. Si bien es mucho más llevadero que su opuesto, el nivel de alegría del Jovial suele estar altamente vinculado a la fortuna en el juego, por lo que podremos verle a menudo alternando entre los estados de máxima jovialidad y absoluta apatía según el momento.

Cómo tratar con el Mal perdedor / El Jovial

Principalmente en el caso del Mal perdedor trataremos de incidir sobre la finalidad última del juego, que es la de pasar un buen rato y divertirse. En el caso del Jovial, su actitud resulta más fácil de asimilar, siempre que sus explosiones de alegría contribuyan a generar un ambiente distendido y no vengan enlazadas con profundos momentos de bajón intermitentes.

Pues hasta aquí los cinco primeros tipos de jugadores con los que podremos llegar a tener que entendernos en nuestras tardes de pizza y juegos de mesa, ¿te encontraste con alguno de ellos últimamente?¿Cómo reaccionaste?¿Supiste manejar la situación?

En la segunda parte de este recopilatorio, otros cinco tipos de jugadores que no puedes perder de vista.